martes, 17 de mayo de 2016

No sé qué comprarme

Cae en mis manos el folleto de electrodomésticos Selección top 21 Primavera, de la cadena Tien 21, presente en varias provincias; y al desplegarlo considero que ha llegado la hora de cambiar la lavadora, que acaba de perder la función del centrifugado. O quizás el televisor, que de fino producto de última generación ha pasado a desempeñar el papel de un armatoste. O la nevera, que de vez en cuando hace saltar los plomos.

Encuentro en primer lugar una lavadora con tecnología water perfect, función vario perfect y sepeed perfect, además de eco perfect. Pero no me decido, porque aparece otra que ofrece auto sense y fin diferido, que a lo mejor me interesa más. Claro que también veo un modelo que compite con ambas mediante pannel full touch y tecnología protex. Y tampoco tiene mala pinta la que ha sido fabricada con tecnologíaeco bubble. No sé, no sé.

Mientras me lo pienso, paso a los frigoríficos. Me tropiezo con uno muy interesante porque consta de multi air flow y compresor inverter, aunque carece de touch control digital en la puerta, cosa que sí ofrece otro. Ahora bien, no veo que ninguno de ellos disponga del cajón chiller box que se anuncia en el frigorífico contiguo. Qué lástima. Me asaltan grandes dudas, así que empiezo a repasar los televisores.

Me gusta mucho uno que cuenta con quantum dot display y peak illuminator pro,complementado con una barra de sonido con subwoofer inalámbrico y conexionesHDMI BT multiroom. No está mal todo eso, se trata sin duda de unas enormes ventajas técnicas, pero no parece mala oferta otra pantalla con auto depth enhancer que también tiene peak illuminator pro. Qué encrucijada tan tremenda. Por si fuera poco, aprecio mucho el aspecto de un televisor con micro dimming pro, que me atrae casi por igual. Pero, bien mirado, en este caso no figura que tenga pur color ni UHD dimming, ventajas que sí ofrece el que está en la siguiente página. Lo que comparten todos, y eso me da mucha alegría, es el kit de altavoces surround ready.

Agradezco tanta información. Sin embargo, no me queda claro lo que significa la resolución UHD 4K. Ah, no hay problema, el folleto lo explica enseguida: “Resolución cuatro veces superior a la Full HD”. Ahora ya lo he entendido. Para los que sean menos listos que yo, se añade que la resolución UHD tiene 8,3 millones de píxeles. Seguro que eso ya los deja bien informados.

Cada producto se ve tan tecnificado, que sigo sin decidirme; hasta que por fin reparo en la fotografía más interesante de todo el desplegable. Es una maleta azul. Si uno adquiere un modelo concreto de lavadora le regalan la maleta, valorada en 75 euros. ¡Bien! Ahora sí que lo tengo claro. Me compraré la lavadora con maleta incorporada.

Alex Grijelmo. El país. 15/V/2016

8 comentarios:

Unknown dijo...

Parte 1 (siempre creativo, siempre extenso)

El País publica el día 15 de Mayo de 2016 la columna “No sé qué comprarme”, texto de seis párrafos donde Alex Grijelmo crítica de una manera sutil e implícita el consumismo y la influencia comercial sobre los receptores de revistas publicitarias (en este caso concreto). Por tanto, Grijelmo aporta un texto en el que él mismo como sujeto del occidente consumista, ojea una revista de electrodomésticos y otros utensilios electrónicos, aprovechando esta acción habitual de un adulto de edad media para caricaturizar la subordinación idiotizada de la mente humana ante un estímulo publicitario.

Godzilla y King Kong (o Belén Esteban, según lo modernos que seáis) son algunos monstruos que aún reconocidos hoy en día, han creado pánico en el público de masas cinematográfico. Transitando ya fuera del mundo de los largometrajes encontramos al consumismo, un monstruo real y nada ilusorio, tan invisible como efectivo ante el público. Cuando la muchedumbre veía a Godzilla sufrían un encogimiento en el pecho mientras proporcionalmente su boca se abría en un grito de pánico. Hoy en día la gente continúa gritando pavorosa, pero no por haber visto una película de un monstruo irreal, sino por no poder llegar a fin de mes por haberse gastado la paga mensual en una batea de artículos de (precio)’99.

Y ahora, tras mi típica introducción recargada y creativa, puedo centrarme realmente en lo que yo llamo “la doctrina 4K”, porque te compras una tele 4K que te cuesta 4Kilos de billetes. Ejemplificando esta idea recién sacada del horno, podría decir que este consumismo (no nombrado explícitamente en el texto) es como el típico juego de niños de “uno para ti y otro para mí” pero extremado hacia lo esquivo. Con esto me refiero a lo siguiente: por cada televisión 4K que te compres por 4Kilos de billetes, mandas 1K de arroz para erradicar el hambre mundial. Y tan obsolescentes los productos como nuestras mentes, lo creemos como suficiente.

Y tan obsolescentes los productos como nuestras mentes caemos en un pozo sin fondo que nos parece estar en claroscuro, que nos sabe agridulce por el círculo vicioso de copiosidad electrónica y necesidad de compra que nosotros mismos nos hemos creado (o hemos dejado que nos sea creada). Me refiero a la felicidad efímera y pasajera que nos crea comprar un producto que sabemos que nos va a hacer estar como en las nubes. Pero nos ponemos tristes cuando bajamos de ahí arriba y nos damos cuenta de que lo único que se ha mantenido por las nubes ha sido el precio del producto en el que ya hemos malgastado nuestro dinero.

Recuerdo que una vez yo mismo dije: “no creo que ningún tío con síndrome de Diógenes haya abierto un hotel alguna vez”, y así lo pienso con el neuromarketing, una tendencia económica que desde los años ochenta nos crea la necesidad de hacer acopio de nuevos productos por la innovación, las tendencias temporales o por la misma obsolescencia que los mismos artículos sufren con el tiempo. Esto es exactamente lo que nos muestra el texto a través de la utilización de tecnicismos electrónicos, los cuales desconocemos, por lo que llegamos a ver el producto en cuestión como algo “glam”. Por tanto, puedo decir que somos incomprendidos entre tecnicismos y que si te ponen un bote de aceitunas con un fondo bonito y un anuncio en inglés, aunque la marca se llame “Poder-Vegano” lo comprarás, seguro.

Unknown dijo...

Parte 2 (he enviado la primera y me he olvidado donde corté, por lo que posiblemente me repita)

Recuerdo que una vez yo mismo dije: “no creo que ningún tío con síndrome de Diógenes haya abierto un hotel alguna vez”, y así lo pienso con el neuromarketing, una tendencia económica que desde los años ochenta nos crea la necesidad de hacer acopio de nuevos productos por la innovación, las tendencias temporales o por la misma obsolescencia que los mismos artículos sufren con el tiempo. Esto es exactamente lo que nos muestra el texto a través de la utilización de tecnicismos electrónicos, los cuales desconocemos, por lo que llegamos a ver el producto en cuestión como algo “glam”. Por tanto, puedo decir que somos incomprendidos entre tecnicismos y que si te ponen un bote de aceitunas con un fondo bonito y un anuncio en inglés, aunque la marca se llame “Poder-Vegano” lo comprarás, seguro.

Como salta a la vista que esto del marketing no es mi fuerte, acabo este comentario con una anécdota que me ocurrió con un hombre, que si hubiese nacido este mismo año, se habría llamado “Consumismo Manovel”: mi padre.

Yo siempre pensé que iba a llegar lejos. Y de hecho llegué lejos, porque pasé cuatro horas en el Ikea con mi padre (que si hubiese andado hacia el norte habría llegado a Asturias), cuyo poder vital es el de la compra-venta sin mirar el precio y arrepentirse poco después. Dicen que cuando tienes hambre compras más comida en el supermercado. Por eso mi padre (repito; con chapita oficial de comprador), cuando tiene hambre compra más comida, dos sofás, ocho sillas de estudio, cuatro peluches, una merienda ostentosa, un bote de piedras de colores y una planta carnívora que prácticamente le cayó del cielo (o que una vieja asustada dejo en el suelo con desgana).

Ángela Sánchez Moto dijo...

(Parte 1 de 2)

El texto que se nos presenta es un artículo publicado en El país el pasado 15 de mayo. En él, el autor, Alex Grijelmo, expone una situación en la que fácilmente podría verse cualquier consumidor medio que pasee su mirada por un folleto de cualquier tienda de productos electrónicos. Es un texto expositivo, a través del cual, podemos entender la opinión del autor respecto al tema, aunque no haga una alusión directa y clara a ella en ninguna parte de su exposición.
En la situación que nos cuenta el autor, después de haber pasado su mirada por diferentes productos y sus (no muy claramente explicadas) características, termina decantándose por una lavadora con la que regalan una maleta, ya que este detalle sobre ella es, seguramente, el que mejor ha entendido de todo lo presente en el folleto, lo cual ha distinguido a ese modelo de lavadora de todos los demás.
Con este breve relato pretende criticar algo ya muy común en nuestra sociedad: los tecnicismos (a veces, indescifrables, como los que cita el autor en el texto). ¿Son necesarios realmente? ¿Para qué sirven? Supuestamente, deberían servir para ayudar al consumidor a conocer las características del producto que pretende comprar, no obstante, al final terminamos por perdernos más entre ellos que lo que realmente ayudan, sobre todo cuando estos tecnicismos ni siquiera están en nuestro idioma.
Claro, que, vivimos en una sociedad colonizada por los “selfies”, los “cupcakes”, y los “youtubers”, entre otros muchos términos procedentes del inglés que hemos ido adoptando poco a poco. No considero esto como algo negativo, ya que creo que la lengua evoluciona, y poco a poco, casi sin darnos cuenta, adoptamos palabras de otros idiomas que complementan al nuestro, como ha ocurrido a lo largo de la historia en muchísimas ocasiones.
Por otra parte, una cosa es que adquiramos nuevos términos para elementos que no existían hace algunos años, y, otra es lo que nos ocurre cuando entramos a una tienda de electrodomésticos y apenas somos capaces de entendernos con el cartel que suele haber junto al producto, de no ser que contemos con la ayuda de un amable dependiente que nos explique lo que fácilmente podría haberse escrito en ese cartel desde un principio. Al final, lo normal es que compremos algo por lo que nos han cobrado bastante, pero que no era lo que buscábamos y del cual no somos capaces de extraer el máximo potencial, ya que no comprendemos del todo lo que nos ofrece, o que, con tal abandonar ese horrible laberinto de anglicismos técnicos, nos marchemos a casa, con las manos vacías y nuestro dinero en el bolsillo.

Ángela Sánchez Moto dijo...

(Parte 2 de 2)

Podemos resumir todo esto a una estrategia de marketing, una forma de aprovecharse del consumidor incauto que no controla mucho las nuevas tecnologías. Sin embargo, aunque coincido con el autor en que tal vez tanto tecnicismo es innecesario y que no está preparado para el comprador medio, pienso que debemos acostumbrarnos.
Nos bombardean constantemente con cosas que no entendemos y que no pretenden explicarnos, además de hacerlo en un código que somos incapaces de descifrar (o si lo logramos, puede que se nos escape algún detalle).
Pero esto no solo lo hacen los proveedores tecnológicos, o las grandes empresas, con la intención de conseguir nuestro dinero; no es un invento suyo ni mucho menos. Se ha hecho desde siempre, para que, perdidos en un laberinto lingüístico, seamos incapaces de saber a qué debemos prestar atención de verdad. ¿Otro ejemplo? También lo hacen en los telediarios cuando nos hablan de asuntos a medias, escondiendo la parte fea bajo el felpudo para no alarmarnos, o cuando no lo esconden, pero para encubrir otro asunto que podría (o debería) preocuparnos más. ¿Cómo combatimos esto? Enfrentándonos: leemos, consultamos otras fuentes, nos informamos, pensamos… buscamos.
Es así como combatimos la ignorancia, y así es como debemos combatir a quiénes nos pretenden engañar. Igual que lo hacemos para mantenernos al día con lo que ocurre en nuestro país y en el mundo, podemos usar tan solo la tercera parte de ese esfuerzo para informarnos sobre el idioma en el que hablan las nuevas tecnologías.
Lo ideal sería que nos hablaran para que les entendiéramos y pudiéramos adquirir así lo que realmente necesitamos (y no necesariamente lo más caro), pero está claro: eso no vende.

Marta Ramírez dijo...

El texto propuesto para su comentario es un texto periodístico de opinión, escrito por Alex Grijelmo para el periódico El país, el 15 de mayo de 2016. Aquí, el método discursivo dominante es el expositivo, pues el autor describe a lo largo de toda la columna una serie de elementos de los electrodomésticos, pero con una clara intención argumentativa, aunque no se observe nada explícito.

Hace uso de un registro formal, así como de un nivel sociolingüístico culto; pero adaptado a todos los lectores. El punto de vista del periodista es absolutamente subjetivo y, a lo largo de todo el texto, pretende dejarnos clara su opinión acerca de los tecnicismos con los que se describen hoy día una gran parte de los productos que compramos.

Atrás quedaron los tiempos en los que la función más importante de un aparato electrónico o un electrodoméstico era para la que había sido diseñado: las lavadoras, lavar; las televisiones, transmitirnos imágenes; los frigoríficos, enfriar. Hoy esas funciones pueden incluso llegar a ocupar un segundo plano, encontrándonos en el mercado lavadoras con cuarenta modos adicionales que no nos permiten encontrar el programa de lavado adecuado, frigoríficos con pantallas en las puertas como si de tablets se tratase, y televisores cuyos mandos tienen tantos botones que ya ni siquiera sabemos cambiar de canal.

Otro buen ejemplo de ello es la telefonía móvil, de la cual solo nos preocupamos acerca de la memoria y los megapíxeles de la cámara (me incluyo entre esas personas). Es incluso posible que, si nos ofreciesen un móvil con la más avanzada tecnología y un sistema totalmente innovador, pero que no pudiese llamar; lo comprásemos.

Pero, ¿de dónde viene este auge de tecnicismos anglosajones que ni siquiera los propios ingleses entenderían? La respuesta es sencilla: marketing. Lo rebuscado, irónicamente, vende. Preferimos algo cuya descripción ocupe media hoja en un catálogo, que algo que comprendamos. Preferimos fardar de tecnología inútil, que aprovechar la útil.

Es interesante profundizar en el hecho de que las explicaciones que se nos dan de los productos estén en inglés, un idioma con el que la mayoría de los consumidores de edad media no está cien por cien familiarizada. Parece que al no estar escrito en español, nos da la certeza segura de que será algo bueno y bonito, aunque no necesariamente barato. Y no solo en el ámbito del consumo: hace unos días, la RAE y la Academia de Publicidad de España, lanzaron una campaña llamada “Lengua Madre solo hay una”, para demostrar los efectos que crean en nosotros estos anglicismos. En ella, se promocionan unas gafas de sol para hombres, con un destacable “blind effect” (que deja ciego al consumidor), y un perfume para mujer llamado Swine, cerdo en inglés. Muchos consumidores pidieron muestras gratis por internet, para darse cuenta, más tarde, de que no se resaltaban ventajas de los productos, sino defectos.

¿Es necesaria esta cantidad abrumadora de frases hechas, locuciones y palabras que no entendemos? Por supuesto que no. ¿Seguiremos usándolas? Por supuesto que sí. Mientras que solo unas pocas personas se replanteen la utilidad que tienen los excesivos tecnicismos más allá de confundirnos, las empresas de marketing y publicidad seguirán lucrándose a costa de nuestra ignorancia. Y ya que a gran parte de la población le molestó mucho que Barei cantase en inglés en Eurovisión, que se manifiesten también ahora: si nos va a doler el bolsillo, al menos que nos duela en español.

Juan Carlos Perez de la Torre dijo...

Alex Grijelmo nos presenta un articulo satírico pero formal y sin vulgarismos. No presenta de forma clara una idea, luego podemos asumir que no posee una estructura como tal, aunque podemos entender que critica el materialismo al que estamos sometido por las empresas.

Grijelmo empieza y termina de forma irónica con la presentación personal de alguien que se planta ante una revista de anuncios, dejando clara que al final solo nos interesa el regalito, la maletita.

La cosa es que dia a dia nos vemos abrumados, y cada vez más y más, con tecnicismos implicitos o explicitos en toda la vida cotidiana, desde los anuncios que se exponen irónicamente en el texto, hasta la comida con consevantes con nombres raros muy españoles ( siempre empiezan con “E” seguidos de numeros) e incluso la politica del dia a dia. Me pregunto que pensará aquel que no tiene ni idea sobre la economia cuando en la tirada diaria de los media salen datos y datos que respaldan el maravilloso trabajo del gobierno y lo bien que va el pais mientras el no puede llevar su casa hacia delante. Me parece curioso que incluso yo que he tenido un año de formación en economía gracias a bachiller, tenga que recurrir infinitas veces a Google para responder mis cuestiones, y si yo que he tenido la suerte de estudiar necesito valerme de mi curiosidad para entender algo,¿que hará aquel señor o señora que sin tener ni idea le plantan datos y datos y palabrejas que no comprende? Pues lo que hace la mayoria, aplaude como gansos a esos datos aunque su economia de hogar no se sostenga. Estos datos se contrastan con las elecciones del 20 de Diciembre, que parecian, iban a terminar con un bipartidismo hegemonico mediante el ataque a la corrupcion y a la pobreza, pero que como hemos desde entonces, el bipartidismo se mantiene, dañado pero sobresaliente.
Cuando alguien va a comprar cualquier tipo de comida e intenta comer sano o saber lo que come, la “trazabilidad” (recorrido que hace el producto que vamos a meternos en el gaznate), uno se da cuenta rapidamente de que no sabemos nada, pues no sabemos ni que cosas lleva, pues pasa lo mismo que expuse anteriormente con los tecnicismo economicos, si alguien ve en su alimento el consevante “E-602”, ¿qué hará la mayoria, buscar lo que es o tomar el producto sin tener encuenta consecuencias?
Se supone que los tecnicismos nos ayudan en el dia a dia, hacen que los inteligentes sigan pareciendolo y que los menos inteligentes lo sean aun menos.
Esta claro que los tecnicismo son necesarios para nuestro dia a dia, para un informe, un trabajo o alguna especialidad concreta, pero tambien pienso que esto no se puede extrapolar a la vida cotidiana, pues cada vez mas las ramas de conocimiento difieren y esto hace que sea imposible conocer todos los tecnicismos del mundo, aun siendo estos muy necesarios para la vida.
¿Es tan complicado decir que ahora el dinero que se compra, se compra mas caro a decir que “el tipo de interes crece en el ultimo semestre”? ¿Es tan complicado decir que el alimento lleva un quimico hecho en una industria para mantenerlo mas tiempo pero que ni ellos conocen los riesgos en vez de decir un tecnicismo innecesario?
Definitivamente tecnicismos si, pero para lo concreto, no impongamos una particularidad a un todo, hagamos que el todo pueda comprender las particularidades.

Anónimo dijo...

Fabiola Romero Rodríguez 2º. BACH. B

El texto a comentar es un texto periodístico de opinión, escrito por Alex Grijelmo para el diario El país, el 15 de mayo de 2016. Aquí, el método discursivo dominante es el expositivo, aunque con intención argumentativa, pues el autor pretende criticar algo muy común que se está dando actualmente en todos los folletos de compra: los tecnicismos (innecesarios, a veces, para intentar comprender las características que queremos adquirir de un producto). Hace uso de un registro formal y de un nivel sociolingüístico adaptado a todo tipo de lectores.

Cada vez que encontramos en nuestro buzón un folleto de Mediamarkt o de cualquier otro mercado, observamos que dicho folleto está cifrado por un lenguaje inentendible para la mayoría de las personas, con ejemplos como los citados en el texto “subwoofer inalámbrico, UHD dimming”. ¿Por qué complicarnos tanto en definir los atributos específicos del producto que queremos vender? Supuestamente el objetivo de definir las características de un producto, es para que a los consumidores les llame la atención y deseen adquirirlo. No para que se entretengan en descifrar qué les pretenden ofrecer.

La desventaja es que estos mercados podrían perder mucha clientela ya que los consumidores no podrían extraer el máximo potencial del producto, al no comprender del todo lo que se les ofrecen. La mayoría de ellas no quieren entrar en el mundo de los tecnicismos anglosajones, sino seguir en el mundo sencillo, en el que todo era más fácil de comprender.

Pero, al fin y al cabo vamos a tener que acostumbrarnos, si no es hoy será mañana ya que los tecnicismos están dominando cada vez más los distintos carteles y folletos. Y si queremos adquirir algo bueno y de calidad, debemos comprenderlos para no “meter la pata”. A no ser que contemos con la ayuda del dependiente de la tienda para que nos explique de modo más sencillo las distintas características del producto y las funciones que le son otorgadas.
Para eso, podrían haberlo especificado mejor desde un principio en el cartel.

Sin más rodeos, podemos deducir que esto se trata de una estrategia de marketing: una forma de aprovecharse del crédulo consumidor que no se adapta aún a las nuevas tecnologías. Nos engañan constantemente con cosas que no comprendemos y que no pretenden explicarnos, mediante un lenguaje de símbolos que somos incapaces de descifrar.
Pero esto no es nada nuevo, se lleva haciendo desde siempre para que caigamos en la trampa y consumamos sin saber a qué debemos prestar atención de verdad.

Otro ejemplo donde acabamos siendo engañados, es en los telediarios: nos hablan de asuntos ocurridos actualmente, escondiendo la pura verdad -la parte menos conocida de la realidad-. Con el fin de que los ciudadanos no acabemos alarmándonos y llevemos a cabo una revolución. ¿Cómo podemos poner solución? Intentado informarnos más por otros medios, así como consultar alguna que otra fuente, conocer diversas opiniones, etc.
Es así como nos culturizamos las personas y así es como averiguamos la verdad de los que nos intentan engañar. Al igual que lo hacemos para mantenernos al día con la situación que ocurre en nuestra nación o a nivel mundial, podemos hacerlo también para conocer los nuevos tecnicismos a los que nos enfrentamos en las nuevas tecnologías.

Pero claro, no es lo mismo que todo el mundo entienda lo que nos quieren ofrecer, que no lo entendiera la gran mayoría; pues, si se da el primer caso no se vendería la mayoría de las tecnologías.

Unknown dijo...

No sé qué comprarme
Se trata de un texto periodístico escrito por Alex Grijelmo, periodista de “El País”. A continuación, comentaremos las características del texto y expresaremos nuestra opinión sobre el contenido planteado.
El artículo periodístico que se presenta está compuesto por tres partes: una primera que se encuadraría en el párrafo 1 que trata de cómo la publicidad influye en nuestras decisiones; seguidamente encontramos la segunda parte que englobaría los párrafos 2º a 5º que nos habla de todas las características técnicas de los productos y que hace difícil su comprensión por el consumidor; y por último, la tercera parte del texto, que sería el párrafo sexto, en la que se puede ver que como conclusión llegamos a comprar el producto que nos parece más beneficioso, no por sus características, si no porque nos ofrecen un regalo por su compra.
Este texto trata sobre lo dificultoso que es para una persona comprar un producto cuando se encuentra ante tecnicismos o palabras en un idioma distinto al suyo.
En el texto se nos plantea cómo un simple folleto publicitario nos incita a comprar y a la misma vez cómo es casi imposible entender todas las características que se presentan en los productos debido a que la utilización de palabras propias de este campo son incomprensibles para el consumidor. Tal vez el mayor problema que podemos encontrarnos como consumidor es que buscamos algo mejor de lo que ya tenemos, pero a la misma vez no entendemos las características que nuestro electrodoméstico ya tiene. El avance tecnológico nos hace quedarnos un poco atrasados y desconocer todos aquellos productos ventajosos o beneficiosos para nuestra vida, ya sea una lavadora con sistema táctil o un Smart TV, acompañado de los tecnicismo que aparecen en inglés podríamos decir que necesitaríamos un máster en tecnología para comprar una simple lavadora.
El mundo avanza y con ello todo lo que nos rodea por eso es imprescindible no quedarnos atrás ya que este avance no afecta sólo al entorno doméstico, si no académico y profesional. Como prueba de ello es la obligatoriedad de tener B1 en idiomas e , incluso, grados superiores como B2 o C1, este último sobre todo se produce para el acceso al mercado laboral, debido a que las empresas cada vez exigen un grado más de competitividad entre sus empleados y para los productos que puedan ofertar.