viernes, 20 de mayo de 2016

Un error descomunal

Por ofensivo que resulte el separatismo a una enorme mayoría de ciudadanos, prohibir la exhibición pacífica de banderas independentistas en la final de la Copa del Rey es un error mayúsculo de la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa. 
Últimamente se utiliza cualquier pretexto para la futbolización de la política. Lo hacen habitualmente los separatistas, que han poblado de esteladas el estadio del Barça al compás del incremento de la reivindicación independentista. Y ahora entra en el juego la responsable de la autoridad gubernativa en Madrid, con una prohibición que solo puede entenderse en clave electoral. 
Es una imprudencia tratar de enfrentar el independentismo catalán con el sentimiento español que se supone al resto de los asistentes al encuentro y a la mayoría de los que van a presenciarlo por televisión. Es grotesco pensar que retirar esteladas en el estadio Vicente Calderón ahorrará otras muestras de provocación y mal gusto, como las abundantemente exhibidas por hinchadas independentistas en anteriores pitadas al himno nacional o desprecios a la persona del Rey.
No menos inexplicable resulta justificar la prohibición en la ley que impide símbolos que fomenten o ayuden “la realización de comportamientos violentos o terroristas”, que nos lleva a una asociación de ideas entre violencia e independentismo catalán no avalada por los hechos. Tampoco tiene nada que ver la prohibición de mostrar banderas en recintos deportivos con la exhibición de esteladas en edificios públicos o en los colegios electorales de Cataluña, que son inadmisibles por lo que tienen de apropiación partidista de instituciones que representan a todos.
En democracia, las limitaciones a la libertad de expresión deben estar muy justificadas. El presidente en funciones, Mariano Rajoy, no ha aludido a la Constitución, que protege esa libertad, y sí a normas de la Federación Española de Fútbol y de la UEFA para justificar la decisión de la audtoridad gubernativa madrileña. Podría haber pensado también en Estados Unidos, cuyo Tribunal Supremo anuló, en 1989 y en 1990, las leyes contra la profanación de la bandera porque restringían, de manera inconstitucional, la libertad de expresión. 
Aun así, el presidente de la Generalitat y la alcaldesa de Barcelona podrían asistir al encuentro para mostrar respeto a los que no están de acuerdo con la prohibición, en vez de contribuir a la escalada de la guerra de símbolos. Lo mismo que el Gobierno debería reconsiderar sus medidas prohibicionistas, por cierto circunscritas solo a la bandera independentista catalana —¿se pueden exhibir en el estadio otras que no sean constitucionales?—, en aras de la prudencia exigible al gobernante y en defensa de la libertad de expresarse pacíficamente por parte de los que no piensan como nosotros. 
El país, 20 de mayo de 2016

martes, 17 de mayo de 2016

No sé qué comprarme

Cae en mis manos el folleto de electrodomésticos Selección top 21 Primavera, de la cadena Tien 21, presente en varias provincias; y al desplegarlo considero que ha llegado la hora de cambiar la lavadora, que acaba de perder la función del centrifugado. O quizás el televisor, que de fino producto de última generación ha pasado a desempeñar el papel de un armatoste. O la nevera, que de vez en cuando hace saltar los plomos.

Encuentro en primer lugar una lavadora con tecnología water perfect, función vario perfect y sepeed perfect, además de eco perfect. Pero no me decido, porque aparece otra que ofrece auto sense y fin diferido, que a lo mejor me interesa más. Claro que también veo un modelo que compite con ambas mediante pannel full touch y tecnología protex. Y tampoco tiene mala pinta la que ha sido fabricada con tecnologíaeco bubble. No sé, no sé.

Mientras me lo pienso, paso a los frigoríficos. Me tropiezo con uno muy interesante porque consta de multi air flow y compresor inverter, aunque carece de touch control digital en la puerta, cosa que sí ofrece otro. Ahora bien, no veo que ninguno de ellos disponga del cajón chiller box que se anuncia en el frigorífico contiguo. Qué lástima. Me asaltan grandes dudas, así que empiezo a repasar los televisores.

Me gusta mucho uno que cuenta con quantum dot display y peak illuminator pro,complementado con una barra de sonido con subwoofer inalámbrico y conexionesHDMI BT multiroom. No está mal todo eso, se trata sin duda de unas enormes ventajas técnicas, pero no parece mala oferta otra pantalla con auto depth enhancer que también tiene peak illuminator pro. Qué encrucijada tan tremenda. Por si fuera poco, aprecio mucho el aspecto de un televisor con micro dimming pro, que me atrae casi por igual. Pero, bien mirado, en este caso no figura que tenga pur color ni UHD dimming, ventajas que sí ofrece el que está en la siguiente página. Lo que comparten todos, y eso me da mucha alegría, es el kit de altavoces surround ready.

Agradezco tanta información. Sin embargo, no me queda claro lo que significa la resolución UHD 4K. Ah, no hay problema, el folleto lo explica enseguida: “Resolución cuatro veces superior a la Full HD”. Ahora ya lo he entendido. Para los que sean menos listos que yo, se añade que la resolución UHD tiene 8,3 millones de píxeles. Seguro que eso ya los deja bien informados.

Cada producto se ve tan tecnificado, que sigo sin decidirme; hasta que por fin reparo en la fotografía más interesante de todo el desplegable. Es una maleta azul. Si uno adquiere un modelo concreto de lavadora le regalan la maleta, valorada en 75 euros. ¡Bien! Ahora sí que lo tengo claro. Me compraré la lavadora con maleta incorporada.

Alex Grijelmo. El país. 15/V/2016

Ahora sí



Hace diez años pasé dos días rodando en el cementerio de neumáticos de Seseña. Fue para la película Bienvenido a casa. Harto de atravesar por la carretera y apreciar ese enorme vertedero, me pareció un lugar digno de ser filmado. Fue complicado lograr el permiso, pero entonces aún quedaba algún peón patrullando por allá. Las dos jornadas fueron infernales, porque si estos días es tóxica la nube negra, entonces lo era el polvo y la atmósfera del lugar. Ahora que los neumáticos han ardido, en lo que parece un último retorcimiento del desatino, muchos se hacen preguntas indignadas con toda la razón, pero conviene advertir que nuestro país tiene este tipo de monumentos por doquier. Es lo que nadie quiere entender. Que somos lo bueno y lo malo. Esto los patriotas lo tratan de disimular, diciendo que España es estupenda, y menudo jamón, y que si no te gusta te vayas a vivir a Francia. Cosa que dicen para sacudirse de cualquier crítica hacia las estructuras nacionales y de paso seguir llevándose el dinero a Andorra y Panamá, donde lo cuidan mejor que aquí.

Este vertedero de neumáticos era chapapote solidificado en la costa de Madrid. Era un poco nuestro Prestige, que también es una enseña nacional. Y es que España es el país de la Pedrera y la Alhambra, pero también de las rotondas imaginativas y el arte urbano patrocinado por las autoridades oligofrénicas de Navalcarnero y Castellón. La línea de costa española tiene suficientes hoteles Algarrobico y delirios arquitectónicos como para llenar una enciclopedia del disparate. La acción de la justicia y la agilidad de las autoridades casi siempre afectan a los pequeños comercios y a las familias desahuciadas, pero no saben lidiar con empresarios tercos ni equipos de abogados mañosos. Y luego está el funcionamiento tradicional del amiguismo y el enredo, los sobres y la mordida. Para acabar de trampear el asunto, lo habitual es que los partidos políticos estén enfrentados, como los municipios, las comunidades autónomas y hasta los ministerios y departamentos entre ellos, por lo que no es raro que Industria, Turismo o Infraestructuras anden a la gresca con Medio Ambiente o Agricultura y Pesca.

Las ruedas de automóvil no llegan al vertedero porque lluevan del cielo, sino porque carecemos de plan para reciclarlas ni para reducir el consumo ni para racionalizar nuestro modo de vivir. El coche es nuestra industria más gozosa y festejada, pero poco importan sus desperdicios. Tampoco consideramos la ecología y el respeto al medio ambiente ninguna prioridad nacional. Todo eso nos da igual, salvo cuando la nube negra se planta en tu ventana. Entonces...

David Trueba. El país. 17/V/2016

jueves, 12 de mayo de 2016

Respect

El presidente del Sevilla, durante un ‘Encuentro con los Ases’, denuncia el desdén del Rey hacia un club que está haciendo historia. Una queja legítima.



   El Sevilla Fútbol Club, un equipo legendario que como todo el mundo sabe, fue fundado por serbios, juega en la liga turca y está trufado de futbolistas rumanos, buscará su quinta Europa League en Basilea, ese trofeo de la galleta que es menos importante que el Teresa Herrera y es incomparable con el prestigio que envuelve a Madrid, Barça o Atlético cuando ganan ante potentes equipos asiáticos en apasionantes giras veraniegas, convenientemente televisadas, en aras del interés general (¿?) de los ciudadanos. El Sevilla Fútbol Club, ese club del que se habla durante cinco minutos si se clasifica para una final, diez si la gana y cero el resto del año, porque el personal anda ocupado en el penúltimo episodio de Neymar en Instagram o en la última odisea de Cristiano con su deportivo en una rotonda de la periferia, no tiene derecho a quejarse por el trato mediático que recibe, y debería poner cara de empate a cero.
   El Sevilla Fútbol Club, que ha jugado en estos años más finales que miles de clubes europeos, tiene que poner buena cara y sonreír como Heidi antes de cantar el abuelito dime tú, mientras ve cómo el primero de los españoles ejerce su figura simbólica para asistir y apoyar los triunfos de Real Madrid y Atlético en sendas semifinales de Champions, declinando asistir a la final de Varsovia del curso pasado y sin tener previsto acudir a la de Basilea, porque el Sevilla, que ejerce como embajador llevando una bandera patria grabada en el pecho, paseándola y honrándola por Europa, no tiene derecho a sentirse ninguneado viendo cómo algunos gozan de trato exquisito, mientras otros reciben atenciones protocolarias dignas de Zambia.
   El Sevilla Fútbol Club, cuyo éxito se usa de manera torticera para mayor gloria del fútbol español, cuya nacionalidad sería afgana si disputase una final contra el Madrid y estaría envuelta en absoluta españolidad si la jugase ante el Barça, no tiene derecho a airear que tiene memoria, corazón y sensibilidad. El Sevilla Fútbol Club, al que todos recomiendan decir que aquí no pasa nada y que, si pasa, se le saluda, y que parece obligado a recibir bofetadas morales para después poner la otra mejilla, ha cometido el terrible pecado de tener un presidente que, de manera enérgica pero educada, ha tenido la gallardía de defender a su club, algo que le han afeado, como si su deber consistiera en verlas venir, dejarlas pasar y si te mean, decir que llueve.
Posdata: El Sevilla Club de Fútbol, gane o pierda, caiga más simpático o menos, es un club añejo, un equipo de mérito incalculable y una masa social que, como mínimo, merece el mismo tratamiento que otras aficiones, porque también es español y es de Dios. Es un club que está forjando una marca de identidad con un modelo económico y deportivo que debería estudiarse en Harvard. Uno que merece la misma consideración que otros clubes y no un vacío sideral por parte de las autoridades y la opinión pública. La queja de José Castro durante el "Encuentro con los Ases" del diario As, además de legítima, es reflejo de una situación denunciable. El Sevilla no es más que nadie, pero tampoco menos. En caso de duda, aplíquese el protocolo Aretha Franklin: Respect. Respeto.
Rubén Uría / Eurosport / 11-05-2016

lunes, 9 de mayo de 2016

Panamá

¿Cómo es posible que la publicación de los nombres de propietarios de sociedades offshore desencadene un escándalo internacional y los ministros de Hacienda de los países con ciudadanos implicados declaren que son legales? Si la empresa del primer ministro de Islandia era legal, ¿por qué ha dimitido? ¿Por qué confesado Cameron su participación en una de estas sociedades, después de haber intentado eludirla? ¿Por qué el hasta ahora intocable rey de Marruecos está afrontando críticas por aparecer en esa lista? Dejando a un lado la radical insolidaridad que supone sacar dinero del propio país, ¿a quién se le ocurre mantener una sociedad opaca en la otra punta del mundo y pagar impuestos escrupulosamente en España, ambas cosas durante cuarenta años seguidos, como afirma haber hecho Pilar de Borbón? Y mantener empresas sin actividad, pagando las minutas de un bufete panameño, cuando a quien más y a quien menos nos cuesta una pasta el asesor que nos hace la declaración, ¿qué sentido tiene? Si la Agencia Tributaria tenía conocimiento del entramado de Panamá, ¿por qué ha sido un grupo de periodistas quien ha sacado esta información a la luz? ¿Por qué los inspectores de Hacienda no han podido investigar estas actividades? ¿Por qué esta lista, después de hacer tanto ruido, no ha abierto debate institucional alguno sobre la prohibición de los paraísos fiscales? ¿Por qué los Estados perjudicados no se plantean ejercer ninguna presión, económica, diplomática o legal, contra estos nichos de ilegalidad flagrante? ¿Por qué tenemos paraísos fiscales dentro de la propia Unión Europea? Es que si perseguimos a los ricos, se irán a vivir a otro país, nos dicen. ¡Ah! ¿Y para qué queremos aquí ricos que no pagan impuestos?
Almudena Grandes. El país. 11/IV/2016

El contrato que una madre exigió a su hijo para tener un iphone

Janell Burley Hofmann es una madre americana de cinco hijos (Gregory de 13 años, Brendan 10, Ella 8, Lily 6 y Cassidy 5). Ella es escritora y conduce un movimiento que pretende educar en el uso responsable de las nuevas tecnologías en la familia. Amante de la vida y de sus hijos, tiene un blog y es colaboradora habitual de The Huffington Post y de otros medios americanos.
En sus artículos y post, Janell expone sus reflexiones y los métodos educativos que aplica a sus propios hijos. En uno de ellos explica cómo su hijo mayor Gregory (13 años) llevaba suplicando casi un año por tener un iPhone. Consciente de que el uso de esta herramienta tecnológica exige responsabilidad y que existen unos riesgos, Janell exigió a su hijo firmar un contrato para tener su preciado iPhone. Se lo regaló por Navidad, porque se lo merecía, cuenta la madre en su blog. Pero a cambio, estas fueron las 18 reglas que Gregory tenía que cumplir, unas normas que, ella pensó, también le servirán para la vida:
1. Es mi teléfono. Yo lo compré. Yo lo pagué. Yo te lo presto. ¿A qué soy genial?
2. Yo siempre sabré la contraseña.
3. Si suena, cógelo. Di «hola». Sé educado. Coge siempre, siempre, la llamada de mamá y papá.
4. Entregará el teléfono a mamá o a papá a las 7:30 de la mañana cada día de colegio y a las 9:00 de la tarde durante el fin de semana. Estará apagado toda la noche y se volverá a encender a las 7:30 de la mañana. Si no llamarías al teléfono fijo de alguien, porque pueden responder sus padres, tampoco llames o envíes mensajes al móvil. Respeta a las otras familias como nos gusta que nos respeten a nosotros.
5. No te llevarás el iPhone al colegio. Conversa y habla con la gente y con tus amigos en persona. Los días de media jornada, las excursiones y las actividades extraescolares requerirán consideraciones especiales.
6. Si el iPhone se cae, se golpea o se estropea, tú eres el responsable. Por tanto, asumirás los costes de la sustitución o de la reparación. Para ello ahorra dinero de tu cumpleaños o realiza otros trabajos: corta el césped, haz de canguro... Si el iPhone se rompe, tendrás que estar preparado.
7. No uses el iPhone para mentir, hacer tonterías o engañar a otro ser humano. No te involucres en conversaciones que sean dañinas para los demás. Sé un buen amigo.
8. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas nada a través del iPhone que no dirías en persona.
9. No envíes mensajes, correos electrónicos o digas a alguien algo que no le dirías en voz alta y en presencia de sus padres. Autocensúrate.
10. Nada de pornografía. Busca en la web información que compartirías abiertamente conmigo. Si tienes alguna duda sobre algo, pregunta a una persona. Preferiblemente, a tu padre o a mí.
11. Apágalo o siléncialo cuando te encuentres en lugares públicos. Especialmente en restaurantes, en el cine o mientras hablas con otro ser humano. No eres una persona maleducada, no dejes que el iPhone cambie eso.
12. No envíes ni recibas imágenes íntimas tuyas ni de otras personas. No te rías. Algún día estarás tentado de hacerlo, a pesar de tu gran inteligencia. Es arriesgado y puede arruinar tu vida de adolescente, joven y adulto. Es siempre una mala idea. El ciberespacio es más poderoso que tú. Y es difícil hacer que algo de esa magnitud desaparezca, incluyendo una mala reputación.
13. No hagas millones de fotos o vídeos. No hay necesidad de documentar todo. Vive tus experiencias. Quedarán almacenas en tu memoria para toda la eternidad.
14. A veces conviene dejar el iPhone en casa. Siéntete seguro de esa decisión. No es un ser vivo ni una ninguna extensión de tu cuerpo. Aprende a vivir sin él. Tienes que vencer el miedo a perderte algo que está ocurriendo y a estar siempre conectado.
15. Bájate música que sea nueva o clásica o diferente de la que millones de chicos como tú escuchan, que es siempre lo mismo. Tu generación tiene un acceso a la música mayor que cualquier otra de la historia. Aprovécha ese don. Expande tus horizontes.
16.De vez en cuando puedes jugar a juegos de palabras, puzzles y rompecabezas.
17. Mantén tus ojos abiertos. Observa el mundo que te rodea. Mira por la ventana. Escucha a los pájaros. Date un paseo. Habla con un desconocido. Pregúntate sin es necesario buscar en Google.
18. Meterás la pata. Te quitaré el teléfono. Nos sentaremos y hablaremos sobre ello. Volveremos a empezar. Tú y yo siempre estamos aprendiendo. Somos un equipo. Estamos juntos en esto.

El resultado

Un año después, Janell escribió un nuevo artículo en The Huffingon Post reconociendo que el contrato funcionaba, aunque no había sido fácil. Como ella esperaba, le tuvo que quitar el teléfono y comenzar de nuevo. Pero los resultados han sido positivos: ella ha aprendido, gracias a su hijo, sobre nuevas aplicaciones y redes sociales. Aunque no es lo más importante: La familia se ha convertido en usuarios responsables de la tecnología. Dice Janell «todos tratamos de mantener los ojos abiertos. Ver cómo el mundo pasa a nuestro alrededor. Nuestras normas tecnológicas no solo se aplican al iPhone, también a la vida».
Janell da una conclusión final, que parece animar a otros familias. «La tecnología es una hermosa herramienta, emocionante, de nuestro mundo. Deja que sea divetido, que sea una herramienta social, creativa y expansiva. Gregory sabe que nunca podrá sustituir la lectura de un libro o un café con un amigo o un paseo por el bosque, pero ambas cosas puede coexistir».
Ahora Janell, se enfrenta a un segundo capítulo en esta historia: su hija ya le está pidiendo su contrato. «¡Bueno, eso no lo vi venir! —dice en el post— ¡Pero me lo llevo!».

viernes, 6 de mayo de 2016

Cultura

En el texto que acompaña el programa Tratado de Paz, dentro de la capitalidad cultural de San Sebastián, se anuncia que va a tratarse de ETA, “alejándose del binarismo que ha impedido todo intento de reflexión acerca de este fenómeno, a la vez político, militar y cultural”. Como hay un catalán en la dirección, era de esperar el tonillo “atentos, que por fin os vamos a explicar lo que no entendéis”. Más polémica han despertado los tres calificativos del fenómeno, sobre todo el último. No me parece para tanto. Es indudable que ETA ha sido un fenómeno político, no porque los terroristas sean políticos —ni libres ni presos— sino por haber impedido a los ciudadanos constitucionalistas expresarse políticamente en libertad, por falsear así todas las elecciones democráticas en Euskadi y por servir para hipertrofiar el peso del separatismo en la sociedad vasca. Lo de “militar” sí que es un elogio inmerecido, a no ser que se aplique una variante de la doctrina Colau y se considere militares a los criminales por ir armados tal como se considera criminales a los militares por la misma razón.
El aspecto cultural de ETA es indudable, como fue también cultura el nazismo y lo son ahora la mafia, la camorra, el narcotráfico, el ISIS y los paraísos fiscales. Hay cultura de lo peor como la hay de lo excelso, incluye ángeles y monstruos. Aún más: eso empujó a elegir Donosti como capital cultural para supuestamente cerrar heridas y ahora es la causa última de tantas pirotecnias pacifistas que se nos vienen encima. Hay que compensar de algún modo las complicidades del pasado, el largo desinterés por las víctimas del terror, el reparto de la herencia ensangrentada, el menosprecio por los símbolos democráticos y por quienes los defendieron: o sea, nuestro capital cultural.
Fernado Savater. El país, 23 de abril de 2016

En blanco

El 9 de marzo de 2008 hubo en España elecciones generales y ese día el guionista de cine Rafael Azcona estaba a punto de entrar en coma. Murió poco después de cáncer de pulmón, un auténtico morlaco, que le había apartado de los amigos con los que al final solo se comunicaba por teléfono. La última vez que hablé con él me contó con la voz cascada la historia de aquel señorito obsesionado con el deporte que participaba en los maratones asistido por un criado que corría a su lado con un cubo lleno de agua y una esponja para refrescarlo y limpiarle el sudor. Ocurrió que al señorito en una de las pruebas le dio un síncope y murió en mitad de la carrera, pero el criado cargado con el cubo siguió corriendo y ganó el maratón. Luego Azcona me dijo que quería votar en las elecciones de ese 9 de marzo para demostrar que, aun en plena agonía, seguía siendo un ciudadano responsable. Votó a su manera. En 2008 los socialistas obtuvieron la victoria con 169 escaños frente a los 154 del Partido Popular y a continuación sobrevino la crisis, que nos ha llevado hasta el borde del acantilado, donde hoy los líderes políticos, con la incompetencia congénita para llegar a un pacto, ante las urnas puestas de nuevo a hervir cuentan los futuros votos como aquellas abuelas que sobre el mantel de hule en la cocina contaban las habas. Rafael Azcona quería votar a toda costa, pero los cuidados paliativos le tenían postrado. No obstante requirió los servicios de un notario para que levantara acta formalmente de su voto por correo. Cinco días antes de las elecciones el notario se presentó ante su lecho y Rafael Azcona usó la última fuerza que le quedaba en la mano para realizar un acto lúcido y demoledor, que puede servir de ejemplo y aviso. Cogió el sobre e introdujo en él la papeleta en blanco. Poco después entró en coma y cruzó la meta del último maratón.
Manuel Vicent. El país, 24 de abril de 2016

Comedia o farsa

Me gustaría ser de un país que hubiera superado su etapa adolescente. Me gustaría ser de un país que no anduviera todavía a estas alturas buscando su definición. Me gustaría ser de un país del que el pueblo no exhibiera su orgullo pero tampoco su vergüenza. Me gustaría ser de un país en el que las noticias no estuvieran colonizadas siempre por los mismos. Me gustaría ser de un país en el que se hablara tanto del sur pobre como del norte rico. Me gustaría ser de un país en el que el paro fuera el primer asunto en cuestión, y la precariedad laboral y los sueldos de mierda y la falta de conciliación familiar y el descenso de la natalidad y la educación. Me gustaría ser de un país en el que los jóvenes pudieran marcharse de casa cuando toca. Me gustaría ser de un país que pronunciara con naturalidad su nombre, España, como otros dicen Francia o Italia, y dejara el término Estado para asuntos administrativos. Me gustaría ser de un país que celebrara su diversidad más que alentar lo irreconciliable. Me gustaría ser de un país en el que los políticos hablaran con franqueza y no de esa manera jesuítica en la que las palabras se miden para no llamar a las cosas por su nombre. Me gustaría ser de un país en el que las personas pudieran construirse una opinión y expresarla sin miedo a ser arrinconadas. Me gustaría ser de un país menos engolfado en cuestiones abstractas. Pero andamos como Bill Murray, atrapados en el tiempo. Imposible avanzar en nuestro calendario. La diferencia es que aquello era una comedia. Y esto es una farsa. Que agota.

Elvira Lindo, El país, 4/XI/2015