martes, 14 de febrero de 2017

"A Líster, jefe en los ejércitos del Ebro", de Antonio Machado


Tu carta –oh noble corazón en vela,
Español indomable, puño fuerte-,
Tu carta, heroico Líster, me consuela,
De esta, que pesa en mí, carne de muerte.

Fragores en tu carta me han llegado
De lucha santa sobre el campo ibero;
También mi corazón ha despertado
Entre olores de pólvora y romero.

Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,

de monte a mar, esta palabra mía:
“Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría”.

Antonio Machado, junio de 1938

(Enrique Líster fue general del ejército republicano durante la Guerra Civil española)

"Retorno frente a los litorales españoles", de Rafael Alberti

 Madre hermosa tan triste y alegre ayer, me muestras hoy 
tu rostro arrugado en la mañana 
en que paso ante ti sin poder todavía, 
después de tanto tiempo, ni abrazarte. 
Sales de las estrellas de la noche 
mediterránea, el ceño de neblina, 
fuerte, amarrada, grande y dolorosa. 
Se ve la nieve en tus cabellos altos 
de Granada, teñidos para siempre 
de aquella sangre pura que acunaste 
y te cantaba -¡ay sierras!-tan dichosa. 
No quiero separarte de mis ojos, 
de mi corazón, madre, ni un momento 
mientras te asomas, lejos, a mirarme. 
Te doy vela segura, te custodio 
sobre las olas lentas de este barco, 
de este balcón que pasa y que me lleva 
tan distante otra vez de tu amor, madre mía. 
Este es mi mar, el sueño de mi infancia 
de arenas, de delfines y gaviotas. 
Salen tus pueblos escondidos, rompen 
de tus dulces cortezas litorales, 
blancas de cal las frentes, choreados de heridas 
y de sombras de tus héroes. 
Por aquí la alegría corrió con el espanto 
por ese largo y duro 
costado que sumerges en la espuma, 
fue el calvario de Málaga a Almería, 
el despiadado crimen, todavía 
-¡oh verguenza!- sin castigo. 
Quisiera me miraras pasar hoy jubiloso
 lo mismo que hace tiempo 
era dentro de ti, 
colegial o soldado, 
voz de tu pueblo, canto ardiente y libre 
de tus ensangrentadas, 
verdes y altas coronas conmovidas. 
Dime adiós, madre, como yo te digo, 
sin decírtelo casi, adiós, que ahora, 
ya otra vez sólo mar y cielo solos, 
puedo vivir de nuevo, si lo mandas, 
morir, morir también, si así lo quieres. 


Rafael Alberti: Retornos de lo vivo lejano (1948-1956)

"Tierra nativa", de Luis Cernuda



Es la luz misma, la que abrió mis ojos
Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,
Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría
A la tarde su flor la enredadera,
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,
Con su música insomne el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,
El futuro que espera como página blanca.

Todo vuelve otra vez vivo a la mente,
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?


                                  Como quien espera el alba (1941-1944)